Museo de Bellas Artes

Las dependencias que en la actualidad ocupan el Museo de Bellas Artes y el Museo Julio Romero de Torres pertenecieron en primera instancia al antiguo Hospital de la Caridad, institución que fuera patrocinada por los Reyes Católicos a finales del siglo XV y regida por la Orden Tercera de San Francisco, desempeñando en citado inmueble, hasta el año 1837, la labor de atención a los enfermos.

Desde mediados del siglo XIX el edificio sufre numerosas reformas, albergando a varias instituciones culturales de la ciudad, como es el caso del Museo Arqueológico, que residió bajo su techo entre los años 1868 y 1917.

El grueso de la colección del Museo de Bellas Artes los constituyen un gran número de obras pertenecientes a distintos siglos, y que fueron adquiridas de los conventos cordobeses desamortizados en el año 1835. A esto hay que sumarle un gran número de obras provenientes de la desamortización de 1868, y posteriormente, mediante los procedimientos de compra, depósito o donación. En relación a estos últimos cabe destacar la donación Cabriñana (1898), la donación Avilés (1922), el depósito Inurria (1943), la donación Bea Pelayo (1948 -1962), la donación Camacho Padilla (1969) o la Colección Julio Romero de Torres (1991), que enriqueció la colección con obras de finales del siglo XIX y principios del siglo XX.

La colección es completada con un gran número de pinturas y dibujos, en su mayoría pertenecientes a artistas locales, así como de una extensa obra gráfica o, incluso, la escultura contemporánea, de la que cabe destacar la obra del maestro cordobés Mateo Inurria Lainosa.

Desde su origen, el Museo de Bellas Artes dependió de la Diputación Provincial de Córdoba y del Ministerio de Instrucción Pública, pasando a integrarse, tras la caída del régimen franquista, en el Patronato Nacional de Museos en el año 1978. Años más tarde, y concretamente desde 1984, es un museo de titularidad estatal gestionado por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía.

Debido a la naturaleza de la colección, así como al escaso espacio del que se dispone, las obras del museo son presentadas por medio de su estilo artístico, por lo que las salas poseen la denominación de “Arte Barroco Cordobés”, “Arte Contemporáneo” que veremos a continuación.

LAS SALAS DEL MUSEO

SALA I: Arte Barroco Cordobés

Como su propio nombre indica, ésta primera sala nos muestra obras de los pintores cordobeses y afincados en la Córdoba más destacados de los siglos XVII y XVIII. Autores de la talla de Juan Luis Zambrano, Cristóbal de Vela Cobo o Juan de Valdés Leal están representados en sus muros. Sin embargo, la figura de la pintura cordobesa del momento es Antonio del Castillo, cuya obra ocupa un lugar privilegiado en el museo. La sala posee una pequeña escultura del excepcional imaginero cordobés Juan de Mesa.

SALA II: Arte Cordobés de los siglos XVIII y XIX

La segunda estación de nuestra visita corresponde a la sala que alberga las obras realizadas desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta fines del XIX. Del siglo XVIII destaca la figura del cordobés de Bujalance, Antonio Palomino, o la de Pedro Duque Cornejo, autor de la magnífica sillería del coro de la Catedral. Del siglo XIX destacan lienzos de Rafael Romero Barros y sus principales discípulos, caso de sus propios hijos, Rafael, Enrique y Julio Romero de Torres. La sala se completa con pinturas de Diego Monroy…

SALA III: Arte Cordobés del siglo XX

La sala dedicada al arte cordobés del siglo XX está protagonizada por la obra de Mateo Inurria Lainosa, maestro cordobés que obtuvo gran fama y reconocimiento, y del que se poseen ejemplos de todas las etapas de su trayectoria artística. Además, se exhiben obras de Rafael Botí, Manuel Garnelo o Equipo 57.
En cuanto a pintura, destacan las obras pertenecientes a la etapa de juventud del cordobés Julio Romero de Torres, su hermano Enrique Romero de Torres, Rafael Botí y Equipo 57 entre otros.

SALA IV: Dibujos y Estampas

La sala de dibujos y estampas tiene como objetivo mostrar el amplio y variado patrimonio que el museo posee en obra sobre papel. Las difíciles condiciones de seguridad y conservación, provocan la imposibilidad de albergar una exposición permanente, por lo que las obras van rotando constantemente. Ejemplos de Antonio del Castillo, Pedro de Campaña, José de Ribera “El Spagnoletto”, Ramón Casa… en los que se emplean muy diversas técnicas, materiales y soportes, hacen de ésta colección un gran tesoro.

SALA V: Arte Medieval y Renacentista

La sala destinada a albergar las obras de los siglos XIV al XVI arranca en la conocida “escuela primitiva cordobesa”, que cuenta con autores de la talla de Baltasar del Águila, Pedro Romana, Pedro de Córdoba y al primer Alejo Fernández como sus máximos exponentes.
Por otro lado, hay que destacar dos fragmentos de pinturas murales, un Cristo y una Virgen, de mediados del siglo XIV, rescatados de la primitiva Capilla Mayor de la Catedral de Córdoba, que entonces se hallaba situada frente a la Capilla de Villaviciosa.

SALA VI: Arte Manierista Cordobés

La última de las salas de nuestro museo muestra las obras del manierismo en Córdoba, exponiendo lienzos de los artistas locales más destacados del momento, como es el caso de Pablo de Céspedes, Juan de Peñalosa, Antonio Mohedano o Cristóbal de Vela Cobo.
De especial interés es “La Asunción de la Virgen” obra del baenense Juan de Peñalosa, procedente de la Iglesia del antiguo Hospital de San Sebastián. El autor nos muestra una composición aventajada con un excepcional rompimiento de gloria.

OBRAS SINGULARES

Inmaculada Concepción

Autor: Juan Antonio de Frías y Escalante.
Óleo sobre lienzo.
Dimensiones: 210 x 175 cm.
Fecha: 1650.

Pese a ser cordobés de nacimiento, pronto acudió a Madrid, junto a su madre tras ésta enviudar. No conocemos datos de la producción artística de Escalante hasta comienzos de la década de los años 50. Entonces trabajaba en el taller del pintor Francisco Rizi, donde entró en contacto con numerosos artistas de primer nivel. Juan A. De Frías y Escalante murió joven, a los 35 años, sin embargo, es conocido como un laborioso pintor que dejó un significativo número de obras, donde destacan sus “inmaculadas“.

La obra que nos ocupa se caracteriza por su gran efectismo y colorido, en la que destacan los azules y quebrados paños de la Virgen.

Calvario de la Inquisición

Autor: Antonio del Castillo Saavedra.
Óleo sobre lienzo.
Dimensiones: 275 x 275 cm.
Fecha: 1667.

Sus primeros pasos los dio junto a su padre, Agustín Del Castillo, si bien, pronto partiría a Sevilla para completar su formación. Allí trabajó en el taller de Francisco de Zurbarán, pero pronto volvió a Córdoba, donde se convertiría en un prolífico pintor, considerado actualmente como el máximo exponente de la pintura cordobesa del siglo XVII.

Esta obra fue rescatada de la Capilla que la Inquisición tenía en el Alcázar de los Reyes Cristianos, cuando ésta tuvo su sede allí. Cristo es presentado muerto en la Cruz junto a la Virgen (para algunos el rostro de su segunda esposa) y San Juan (posible autorretrato), en el que destaca el rojo intenso de sus telas.

Academia Masculina (Alegoría de la Escultura)

Autor: Mariano Salvador Maella.
Lápiz sanguina sobre papel verjurado.
Dimensiones: 47,5 x 37,5 cm.
Fecha: 1759.

Durante su período de formación en Roma, Mariano Salvador Maella realizaría numerosos dibujos y, entre ellos, ocupan un destacado lugar las Academias, muchas de las cuales fueron enviadas a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Las obras fueron tan apreciadas que los académicos de San Fernando las eligieron como modelos de aprendizaje.
Una de las Academias realizadas en Roma está firmada y fechada en noviembre de 1759, cuando el artista tenía 20 años, respondiendo a este tipo de dibujos que, a partir del siglo XVIII, fueron tan frecuentes.

El autor emplea el papel verjurado. Realiza una inscripción que deja constancia de su nombre junto al mes y año de realización, constando además un número de serie que debe corresponder al orden de ejecución o a la numeración de un posible cuaderno o cartilla de estos dibujos.
Realizada a sanguina, procedimiento habitual en las academias romanas del maestro, está en perfecta consonancia técnica y estética con los dibujos conocidos de este periodo.

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